Introducción
Durante miles de años pareció incuestionable la capacidad del medio ambiente para abastecer de bienes y servicios a los seres humanos. Los cambios que se produjeron a raíz de la revolución industrial demostraron que aquella consideración no era real. El medio ambiente no era capaz de asimilar el impacto provocado por la actividad de una población cada vez más numerosa, con una capacidad tecnológica sin precedentes y orientada por un modelo dominante de desarrollo centrado en el corto plazo.
A mediados del siglo XX se hicieron tan evidentes los inconvenientes que el modelo de desarrollo imperante estaba ocasionando, que se comenzó a trabajar en la elaboración de propuestas para reequilibrar la relación entre medio ambiente y desarrollo. Las conferencias de Founex (Suiza, 1969), Estocolmo (Suecia, 1972) y Cocoyoc (Méjico, 1974), así como el informe del Club de Roma titulado “Los límites del crecimiento” (1972), introdujeron en la agenda internacional de forma explícita e ineludible esta relación. Posteriormente, en las conferencias de Río de Janeiro (1992) y Johannesburgo (2002) se establecerían líneas concretas de actuación.
Será a partir de la estrecha relación existente entre desarrollo y medio ambiente desde donde se construye el vínculo entre medio ambiente y lucha contra la pobreza. Aunque ya Indira Gandhi, en el contexto de la Conferencia de Estocolmo, apuntaba la necesidad de trabajar desde una perspectiva integrada, no fue hasta la Conferencia de Johannesburgo cuando fue generalmente admitida la necesidad de vincular medio ambiente y reducción de la pobreza. Es decir, reducir la pobreza y mantener el crecimiento mejorando la gestión del medio ambiente. En concreto establece que una “gestión sana y equitativa del medio ambiente es indispensable si se quieren alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, es decir, (…) erradicación de la pobreza extrema y el hambre, la reducción de la mortalidad infantil, la lucha contra las principales enfermedades y la consecución de un medio ambiente sostenible”.
Uno de los aspectos clave de este planteamiento es superar los mitos que parten de una concepción de “círculo vicioso” de la relación pobreza y medio ambiente. Se trata de una dinámica mucho más compleja ya que fluctúa dependiendo de varias cuestiones como: la región geográfica, la vinculación rural-urbano, las características sociales, económicas y culturales de los individuos, los hogares y grupos sociales, el sexo y la edad de los cabezas de familia, entre otros factores.
Manual para la integración del medio ambiente en proyectos de desarrollo
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